
Llevo ya unos días queriendo escribir esta entrada. Y es que estoy absolutamente maravillado. Antes no podía ni tan siquiera imaginar sensaciones como las que os voy a describir a continuación. Una gota. Una sincronía de emociones y sensaciones táctiles inundan mi mente y mi cuerpo. Miles de colores producto de la refracción lumínica en su seno. Imágenes distorsionadas a su través. El cúlmen de la civilización occidental en mis manos. Aumento un poco más la presión del recipiente, El Dorado de Aguirre, y sale, poco a poco, venciendo las resistencias de un mundo no construido para él, un mundo que no quiere perder la entropía que lo hace tan hostil. Entonces cae, sobre el plato, la gota de Fairy. Una es suficiente. El mejor perfume no va en frasco pequeño, es de un litro y cuesta unos pocos euros. La cocina se llena de espuma, con solo un objetivo: destruir la grasa, emulsionarla, diluirla, destrozar sus estructuras micelares, que su poderío hidrofóbico se derrumbe. Fairi es el General Castaños. Los ácidos Grasos son los franceses caídos en la fregadera de Bailén. Ganan los buenos como siempre. O ganan los malos y se convierten en los buenos. Poco le importa el dilema moral a este milagro de la fisicoquímica moderna.
me encanta
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